Por Capitán F. Imagen: "Kafka in Tokio". Peter Ferri, vía flicker.
El toque irónico que despliega Franz Kafka en sus textos son unas de esas delicias literarias que se disfrutan muy bien acompañados de la luz de la luna. La reflexión que se desata de sus trazos absurdos, fantásticos y profundos, definitivamente queda para algunos minutos de contemplación. No importa la longitud de la obra, una sorpresa nos espera.
Así fue mi encuentro con “Una pequeña fábula”, un texto que en su brevedad esconde la ironía de la vida. Esta fábula tiene dos personajes, un ratón y un gato, su escenario es una casa y el desenlace es una enseñanza cómicamente astuta.
Esto me recuerda la ocasión en que viajamos a Marte y nos encontramos con un “closelif”, una criatura pequeña con muchas patas con cara de lo que se conoce en la Tierra como un “perrito de la pradera”. Los “closelifs” suelen recorrer la superficie marciana con una velocidad increíble, hemos visto que llegan a alcanzar velocidades de 90 kms/hora. La mayoría de ellos pasan de una duna a otra para buscar refugio de las tormentas de polvo, o para acarrear su alimento hacia sus “almacenes”. Éstos tienen enemigos mortales, unas criaturas realmente tétricas llamadas “gangbles”, que son una combinación entre medusas y cangrejos, si pudiera ponerlo en términos terrícolas, diría que son cangrejos transparentes.
El asunto es que hallamos al “closelif” en cuestión corriendo por una vereda que se formó en el borde de un monte muy alto, la longitud era amplia y a lo lejos se veía un hoyo que supusimos era la guarida de la pequeña criatura. Una pequeña tormenta modificó el ritmo de “closelif”, que sin embargo no varió su ruta. La tormenta trajo consigo a un “gangble” que cayó justo en la entrada de la guarida. Vamos a suponer que el “closelif” gracias a la pequeña tormenta no vio lo que le esperaba, definitivamente la transparencia del depredador podría ser otro motivo. El “closelif” siguió corriendo con toda su fuerza, pudo haber cambiado de ruta, pero no fue así y el desenlace lo pueden adivinar.
La vida es un poco así, hoy vemos muchos lugares hacia dónde voltear, nuestro instinto nos trata de llevar hacia la supervivencia o por lo menos hacia donde nos sentimos mejor, con bienestar. Lo irónico, como nos lo plantea Kafka, es que a veces para salvarnos, basta cambiar de dirección.
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