Por César D. Armenta. Cartel oficial de la película.
Es cierto que cuando escuchamos el nombre de Andrei Tarkovski nos remitimos a uno de los mejores cineastas que ha habido en el mundo, sus películas son mensajes icónicos de la naturaleza y esencia del hombre, y pese a que mucha gente las consideraría muy complejas y difíciles de digerir, no se puede negar que si te has sentado a ver alguno de sus trabajos seguramente has sufrido un ataque de reflexión masiva.
El Sacrificio, la última película que hizo Tarkovski antes de morir, presentada en 1986, no escapa de tales condiciones, al contrario, es fiel a ese estilo y representa un gran reto para aquellos que estén dispuestos a verla con ojos y mente abiertos. Yo podría desmenuzar esta película en algunos círculos que convergen durante las poco más de dos horas que dura el filme. El primero de ellos y que a mi gusto marca el inicio y constante de la película es el método. Cuando digo método me refiero a un proceso y cómo lo califica el autor, la escena inicial del árbol muerto siendo sembrado por Alexander y su hijo en la cual remembra las enseñanzas de un monje y nos dice en pocas palabras que la constancia de un método nos llevará a cambiar el mundo, nos adelanta que dentro del caos que viviremos en la película, existe una constancia y es esa la que logrará el verdadero sacrifico del protagonista.
El segundo círculo lo marca la conversación con Otto el cartero, la discusión sobre Nietzsche y los ciclos de la vida, nos transporta precisamente al “eterno retorno”, a ese ciclo que nos lleva a nacer y a morir, a la finitud y las líneas del tiempo. La relación entre un adulto y su niño también refuerza este concepto, Alexander y su hijo caminan de la mano mientras siguen esa plática.
El tercer círculo se da cuando Alexander habla de la evolución humana, y ésta se relaciona directamente con la Guerra Fría. El protagonista tiene una especie de ataque y unas imágenes en blanco y negro aparecen indicando esa relación. Ese momento crítico de la película transforma todo a un mundo aparentemente paralelo en el cual suceden cosas extrañas.
En este punto tenemos varios círculos, todos apuntando a la idea del sacrificio que de hecho afecta el desenlace final de Alexander. La guerra, la muerte, las relaciones de pareja, la magia, y el concepto del rito y la destrucción conviven. Dentro de ese proceso vemos un cambio en la iluminación de la película, incluso llegamos al extremo de que pasa a ser en blanco y negro, todo ello para lograr, desde mi punto de vista, una atmósfera congruente con lo que ocurre en el filme.
Cada uno de los ciclos que vivimos en la película nos dan motivos diferentes para reflexionar, un elemento clave que hace que se una todo es el sacrificio, pero el sacrificio que encontramos en El Príncipe Idiota, me parece que esta referencia es crucial, ya que nos enseña un poco de los rasgos esenciales de Alexander y el desenlace de la película.
Altamente recomendable, no es sencilla, pero vale mucho la pena gozarla e incluso repetirla en múltiples ocasiones para poder hilar detalles. Ideal para una tarde reflexiva, quizá hasta con lluvia para que sea bien aderezada.
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